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Situaciones desde la autoconstrucción

2016

Con nuevos vecinos que poco a poco he visto levantar sus viviendas en terrenos invadidos, comienzo a observar y reflexionar sobre el acto constructivo en Venezuela: el proceso de edificar a partir de la necesidad urgente, bajo los principios más básicos y elementales de la arquitectura. Al examinar estas construcciones, que surgen en condiciones de precariedad, se revela una lógica de supervivencia y aprovechamiento de recursos mínimos. Con materiales frágiles para paredes, puertas y ventanas, estas viviendas improvisadas logran, de alguna manera, establecer una espacialidad que conecta el interior con el exterior y se adapta a las limitaciones de cada situación.

Esta materialidad me permite reflexionar sobre la cotidianidad venezolana desde el acto constructivo, como una expresión de subsistencia y de adaptación a las circunstancias adversas. Esa cotidianidad revela que, para muchos, construir significa utilizar cualquier cosa que esté disponible y adaptar el espacio a las necesidades urgentes. Más allá de una simple necesidad de vivienda, se trata de un acto de supervivencia donde el espacio se configura desde lo útil, ensamblado a partir del instinto humano y sin aspiraciones de aparentar lo que no es.

Con esta obra, busco interpretar la realidad de un país en el que la construcción en suelo ajeno no es solo una práctica, sino una metáfora de la sobrevivencia venezolana. La vivienda informal se convierte en símbolo y reflejo de un país en constante adaptación, donde la urgencia de un techo y la precariedad de recursos dan forma a un espacio que se construye únicamente en función de lo encontrado.

Contextualización...

Desde la década de los ochenta y noventa en Venezuela, el fenómeno de la invasión de tierras se convirtió en una solución precaria para quienes no tenían acceso a la vivienda formal. En el gobierno de Hugo Chávez en 1999, la ocupación de tierras y la invasión de terrenos adquirieron un carácter particular, impulsadas por un discurso de justicia social y la promesa de acceso igualitario a la tierra y la vivienda. Estas ocupaciones, fueron no solo toleradas sino incentivadas, y el gobierno legitimaba las invasiones otorgando títulos de propiedad a los ocupantes. Esto respondió a una crisis de vivienda cada vez más profunda, a la vez que aseguraba una base de apoyo popular. Sin planificación urbana ni servicios adecuados, estos asentamientos informales crecieron como barrios espontáneos, donde la construcción sobre suelo invadido se transformó en una práctica de sobrevivencia que otorgaba a los habitantes un sentido de pertenencia y un "derecho" simbólico a la tierra.

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